Nuestro Legado

Más allá del beneficio académico que representó para todos nosotros formar parte del CECRAF, o de las buenas relaciones que pudimos cultivar al seno del mismo o con las instituciones que nos cupo vincularnos, va siendo hora de analizar qué fue lo que nosotros dejamos como obras palmarias.

Algunas pasan por aspectos estrictamente personales, como la experiencia ganada en el manejo de eventos académicos o del propio colectivo. Y si nos referimos a quienes participaron de nuestros cursos y congresos, es también obvio que pusimos un granito de arena en la formación de varios cientos de estudiantes y jóvenes profesionales.

Servir de cantera para la formación de especialistas, como los mencionados en un artículo anterior, es otro logro del cual nos enorgullecemos. Pero como buenos fernandinos, creemos que nuestra mayor trascendencia está referida al ámbito de nuestra Facultad.

La primera contribución al respecto es haberla prestigiado. En tiempos en los que sólo existían tres escuelas de medicina en Lima, dos de ellas nacionales y una privada, la primera impresión de muchos de los que nos conocieron era que pertenecíamos a esta última.

Rompimos con el estigma del sanmarquino revoltoso, mal trajeado y no muy aplicado, en plena época del terrorismo. Tildados a veces de pitucos, lo cierto es que los cecrafos proveníamos de todos los sectores sociales, y que sólo importaba para ser uno la excelencia personal.

La segunda, sin duda la más importante, fue lograr que las asociaciones de estudiantes fueran reconocidas por nuestra alma máter. Eran tiempos en que los únicos que disfrutaban de tal beneficio eran los centros federados.

En efecto, en carta fechada el 10 de Octubre de 1988, nuestro presidente le solicitó al entonces decano de la Facultad, don Francisco Sánchez-Moreno Ramos, la apertura de un registro de asociaciones estudiantiles.

En nuestros considerandos, adujimos la necesidad de incorporar al seno de San Fernando a las instituciones civiles que desarrollaban labores dentro del marco estrictamente académico, constituidas de facto por muchos de los entonces estudiantes de medicina.

Para poner las cosas en contexto, muchas de estas asociaciones suplían a las propias escuelas, organizando cursos, cursillos y simposios en los que se abordaban temáticas no contempladas en las respectivas currículas, las que iban desde aplicar un simple inyectable hasta la ejecución de maniobras de reanimación cardiopulmonar.

Tras completarse los trámites internos, el Consejo de Facultad aprobó el 7 de Noviembre de 1988 la creación del Registro de Asociaciones Estudiantiles Médicas, estableciendo asimismo los requisitos exigibles a las instituciones que desearan formar parte del mismo.

El CECRAF inauguró dicho registro el 16 de Noviembre de 1988. En adelante las actividades académicas organizadas por las sociedades que se hallaran registradas contarían con el valor curricular del que hasta entonces carecían.

No sólo eso, sino que redundaría también en la calidad de los eventos, ya que los expositores podían incluir este tipo de colaboraciones en sus respectivas hojas de vida, representándoles puntaje adicional para cualquier concurso.

Asimismo, se abría paso a la participación de entidades tanto públicas como privadas, bien sea a través de subvenciones dinerarias, como las otorgadas por el CONCYTEC, o contribuciones logísticas, generalmente a cargo de las empresas farmacéuticas, que requerían algún aval para ser concedidas.

Transcurrido un cuarto de siglo de todos estos hechos, creemos firmemente que se trata de hitos importantes de la historia fernandina, que encuentran el tiempo y espacio propicios para ser recordados y difundidos.


Francisco Sánchez-Moreno, decano, José Neyra Ramírez, secretario académico, y Ricardo Santos, presidente del círculo, gestores del Registro de Asociaciones Estudiantiles de San Fernando en 1988, en una fotografía captada al año siguiente en la ceremonia de graduación del último de los nombrados.