Epónimo

El doctor Rafael Mauro Alzamora Freundt, hoy con justicia considerado padre de la cardiología peruana, nació en Lima, el 22 de noviembre de 1893.


El amor de don Leopoldo Alzamora Pequeño y doña Josefina Freundt Ramos fue bendecido con cinco hijos: María Eudosia, Leopoldo, Luis, José y Rafael.

Justamente el que le precedía, José Alzamora Freundt, sería contralmirante de nuestra Marina de Guerra, llegando a ocupar varias carteras durante el gobierno de don José Luis Bustamante y Rivero, alcanzando el premierato.


La familia Alzamora Freundt residiría hasta 1926 en la Calle de Lima Nº 105 del Cercado del Callao. En la segunda cuadra, apenas a una de su casa, se encontraba el Instituto Chalaco, donde don Rafael completaría su instrucción escolar.


No podría haber tenido mejor suerte. Este colegio había sido creado por don Horacio Urteaga López, sabio cajamarquino, y Alberto Cazorla Herrera, padre del que sería rector de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, don Alberto Cazorla Talleri. De sus aulas egresaría a fines de 1910.


En el año 1911 ingresa a la UNMSM, donde cursa el primer y segundo año de ciencias naturales, siendo decano de dicha facultad don Federico Villareal.


El 18 de marzo de 1913 fue aceptada su matrícula como alumno de medicina de San Fernando, siendo decano don Ernesto Odriozola Benavides.


El joven Alzamora lleva a cabo en forma brillante sus estudios médicos, los que concluye en 1920. En adelante realizaría sus labores como Interno en el Hospital Dos de Mayo, hasta diciembre de 1921.


Este trascendental período de su formación transcurriría en la sala San José bajo la celosa tutela del que sería su mentor, el doctor Maximiliano Gonzales Olaechea, con quien se inicia en el estudio de las enfermedades del tórax.


En efecto, Rafael Alzamora denota tempranamente una profunda atracción y especial disposición por el estudio de la patología cardiovascular, fruto de lo cual elaboraría su tesis: "La Fibrilación Auricular: un resumen nosográfico y algunas observaciones clínicas".

Con ella opta el grado académico de bachiller en medicina, ante un jurado presidido por don Julián Arce Ramírez, el jueves 9 de febrero de 1922. Cabe señalar que el promedio otorgado por los tres jurados fue de veinte puntos y con mención de sobresaliente.

Es por ello que su tesis se publicaría en "La Crónica Médica", órgano oficial de la sociedad médica "Unión Fernandina", entre los años 1922 y 1923.


Alzamora solicita el 10 de febrero que se le nombren jurados para optar el título. Fueron designados cinco jurados de tres miembros cada uno, ante los cuales se presentó los días 13, 16, 18, 21 y 23 del mismo mes, obteniendo en sus pruebas cuatro calificativos promedio de 20 y uno de 19 puntos, todos con mención de sobresaliente.

Rafael Alzamora Freundt presta juramento como Médico y Cirujano el viernes 24 de febrero de 1922, ante el célebre Estanislao Pardo Figueroa, presidente de la Academia Nacional de Medicina.


Ese mismo año, la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima (SBPL) lo nombra médico asistente de la sala Santa Rosa, poniéndose a órdenes del doctor Aníbal Corvetto Bisagno, verdadero pionero de nuestra neumología y primer tisiólogo del Perú. No obstante, su estadía sería relativamente corta.


Un año después se licencia el doctor Noriega del Aguila de la sala San José, por lo que sin pérdida de tiempo Gonzales Olaechea logra que Alzamora lo reemplace interinamente. Lejos estaba don Rafael de saber que su estadía se volvería definitiva, hasta el  momento de su jubilación.

Ya instalado en la sala San José, don Rafael comienza a hacer uso regular del polígrafo, equipo diseñado por James Mackenzie para registrar en forma simultánea las funciones vitales, y con el cual se abordaron por primera vez las arritmias cardíacas.


Hay que recordar que a la muerte de Odriozola, ocurrida en 1921, Gonzales Olaechea había heredado la cátedra de semiología médica, requiriendo un asistente. Por otro lado, Alzamora era un tipo aplicado, y había trabajado con Anibal Corvetto en la sala Santa Rosa, un catedrático influyente, además de jefe de la cátedra de propedéutica.


Por lo tanto, no causa sorpresa que fuera el doctor Corvetto quien solicitara al decano Guillermo Gastañeta nombrar a Rafael Alzamora como jefe clínico de la cátedra de semiología, como consta en una carta fechada el 15 de mayo de 1922. Es así como Alzamora inicia una larga y fructífera carrera docente, no obstante limitada, por propìa decisión, a los claustros hospitalarios.


Progresivamente logra perfeccionar la técnica de registros poligráficos, tras lo cual publica varios artículos sobre la materia en "La Crónica Médica" hasta 1925. Esto le sirve para obtener una pasantía en electrocardiografía en los Estados Unidos.


Corría el año 1926 cuando su familia se trasladó a una cómoda residencia en la calle Bellavista de Miraflores, la que albergaría a don Rafael hasta el fin de sus días.

A su llegada de norteamérica Alzamora trae consigo un electrocardiógrafo Siemens, el primero de su género en nuestro medio, para ponerlo al servicio de la sala San José. Era 1927, y quienes disfrutaron esa época relatan que Gonzales Olaechea realizaba sus disertaciones, las que eran seguidas por demostraciones electrocardiográficas a cargo de su discípulo predilecto.


En 1931 el doctor Max Gonzales Olaechea abandona la actividad asistencial tras asumir el decanato de la facultad, y en un acto sin precedentes, deja en vida la titularidad de la sala San José del Hospital Dos de Mayo al doctor Rafael Alzamora Freundt, que no alcanzaba los cuarenta años.

Para inicios de la década de los cuarentas su sala se había convertido en un centro de referencia en cardiología, y se gestaba bajo la tutela de Alzamora la primera escuela cardiológica de nuestro pais. Entre sus primeros discípulos estaban Ricardo Cheesman, Pedro Domínguez, Augusto Mispireta y Marcos Roitman.


En 1946 fallece Max Gonzales Olaechea, un año después de haber asumido por tercera vez el decanato de San Fernando. Rafael Alzamora Freundt hace entonces gestiones para honrar a su maestro, y logra modificar el nombre de la sala San José, transformándola en el "Servicio de Medicina y Cardiología Maximiliano Gonzales Olaechea". De este modo, quedó constituido en forma oficial el primer servicio de cardiología del Perú.

El miércoles 12 de marzo de 1947, en los salones de la Academia Nacional de Medicina, y en compañía de colegas especialistas de similar inquietud, se funda la Sociedad Peruana de Cardiología. Su nombre encabeza la lista de fundadores y el grupo de firmas que infrascriben el acta correspondiente.


El 9 de mayo de ese mismo año es elegido por aclamación como presidente fundador de la naciente institución. El doctor Alzamora detentaría dicho cargo por dos períodos consecutivos, de 1947 a 1949 y de 1949 a 1951.

Cabe mencionar que es el único presidente reelecto en la historia de dicha sociedad, y que durante el ejercicio de don Augusto Mispireta Dibarbout le fue conferido el título de presidente honorario vitalicio.


En 1948 el doctor Alzamora y sus colaboradores, Augusto Mispireta, Aurelio Peralta y Marcos Roitman, introducen en el Perú el cateterismo cardíaco.


Apenas dos años después, en pleno ejercicio de su segundo período al frente de la SPC, asiste al Primer Congreso Mundial de Cardiología, celebrado entre el 3 y 8 de setiembre de 1950 en el auditorio de La Sorbonne, Paris.


No llega a esa cita con las manos vacías, sino que  junto a sus colaboradores hacen sentir la presencia del Perú presentando un trabajo del todo novedoso para la época: "El valor de la cateterización intracardíaca en el diagnóstico de los defectos septales y de la persistencia del conducto arterioso".

Al concluir su segundo mandato, le sucede al frente de la sociedad el doctor Andrés Rotta Oliveros, cuya junta directiva toma la trascendental decisión de editar la Revista Peruana de Cardiología como órgano oficial de la institución.


Con tal propósito se designó un comité editorial, integrado por los doctores Aurelio Cánepa, Luis D. Espejo, Eduardo Pérez Aranibar y Teobaldo Pinzás, bajo la presidencia de don Rafael Alzamora Freundt.

La Revista Peruana de Cardiología vio la luz en 1952, y en su primer número aparece un emocionado prólogo de don Rafael, exaltando este caro anhelo y destacando el rol de la investigación como búsqueda de la verdad, con luz en el cerebro pero bondad en el corazón.
 

Ese mismo año lograría la adquisición de un equipo de Rayos X para su sala hospitalaria, a fin de facilitar los estudios hemodinámicos, y sería distinguido por la SBPL nombrándolo jefe titular de su servicio a perpetuidad.


En 1957 fue designado miembro titular de la Academia Nacional de Medicina, y al asumir tal condición presentó como tema de incorporación un trabajo en el cual sienta las bases de los que fue el sueño de toda su vida: el Instituto Nacional de Cardiología.


Un año después, se anima a publicar un artículo en la Revista Peruana de Cardiología acerca de sus observaciones sobre la cardiomiopatía chagásica, las que había iniciado en noviembre de 1928.

En 1964, habiendo cumplido 70 años, más de 40 de ellos dedicados al Hospital Dos de Mayo, cesa por límite de edad en su labor asistencial. Sin embargo, seguiría ejerciendo en forma privada, en su consultorio del jirón Dávalos Lisson, en pleno centro de Lima, hasta 1969.

Entre las diversas condecoraciones que le fueron conferidas en vida, merece especial mención la que le concediera en 1965 el presidente Belaúnde, por Servicios Distinguidos a la Nación, asi como la Medalla de Oro al Mérito Hipólito Unanue en Medicina, que se le otorgara en 1979.


Cabe señalar que esta última distinción es bienal, y sólo la han merecido Alberto Hurtado (1977), Carlos Alberto Seguín (1981), Pedro Weiss Harvey (1983) y Alberto Guzmán Barrón (1985).


Una faceta muy conocida del doctor Rafael Alzamora, que sin embargo trató siempre de mantener en reserva, fue la artística. Poseedor de oído absoluto aprendió a tocar el piano a los 3 años, y fue a juicio de cuanta persona lo escuchó un virtuoso de su ejecución.

Si bien era asiduo concurrente a los conciertos de música culta, mostrando clara predilección por las obras de Ludwig Van Beethoven, no cabe duda que era la interpretación de Chopin la que le permitió cosechar más aplausos.


Lamentablemente, don Rafael compartía este virtuosismo con un grupo muy limitado de cultores y adeptos a este género musical, con quienes disfrutaba de agradables veladas en su residencia miraflorina.

Eran sus asiduos concurrentes los doctores Julio Raffo y Oscar Soto, que lo acompañaban en los violines, así como el sabio colega y aún más entrañable amigo Pedro Weiss Harvey.


Asimismo, doña Rosalía de Lavalle de Morales Macedo, fundadora del Hogar de la Madre, y el crítico de arte Carlos Raygada, que en varias oportunidades invitó a estas tertulias a la concertista española Mercedes Padrosa de Cabral mientras duró su prolongada estancia en Lima.


Esta exquisita sensibilidad artística la mostró por igual en el campo de la pintura, destacándose en el terreno de las reproducciones al óleo. Fueron muy celebradas las que hiciera del Cristo de Velásquez y del San Francisco de Zurbarán, copias de los cuales obsequió a sus colegas Ignacio Chávez Rivera y Demetrio Sodi Pallares.


Ambos fundadores del Instituto Nacional de Cardiología de México lo honraron con su amistad, al igual que el galardonado Bernardo Houssay, Premio Nobel de Medicina y Fisiología de 1947.


Ajeno a mezquinos intereses de lucro y fiel a sólidos principios morales, hizo de su práctica médica un amoroso apostolado. De ello dieron fe sus colegas y alumnos, destacando su exigencia como maestro y su calidez como amigo y profesional.

En el ocaso de su vida, retirado ya del quehacer médico, hubo de padecer grandes limitaciones económicas, las que no lograron alterar su honestidad y modestia características.

El domingo 13 de junio de 1982, a los 88 años, 60 de ellos dedicados a su noble profesión, con la sola presencia de su discípulo y médico de cabecera don Pedro Domínguez Mejía, entregó su alma al Señor.

El ejemplo de su vida fue, es y será un aliciente para el ejercicio dentro de los canones de la ciencia, la ética y la deontología médicas.

Por ello, el imperecedero recuerdo de quienes lo conocieron, y el reverente homenaje de aquellos que, sin poderlo, reconocemos hoy sus cualidades de médico, docente, investigador, gremialista y, sobre todo, de hombre de bien.

La biografía del doctor Rafael Alzamora Freundt fue elaborada en 1989 por Ricardo Santos, habiendo merecido notas de felicitación de la Sociedad Peruana de Cardiología y de la Secretaría Académica de la Facultad de Medicina de San Fernando.